Trastornos del lenguaje de la primera infancia

El lunes se publicó en Infobae una nota sobre los trastornos del lenguaje en la primera infancia que hace referencia a seis señales de alerta que deben tener los padres para consultar con un especialista.
En los últimos años, ha habido un incremental avance en el diagnóstico de trastornos específicos del lenguaje que a su vez se asocia cada vez más a la exposición a pantallas tanto de parte de los niños como de los adultos responsables de sus cuidados. Por mi parte, coincido en que este fenómeno de la época impacta en el desarrollo y que es, al menos, un modo nuevo y diferente de tomar contacto con las palabras y con el juego que afecta, indudablemente, a la adquisición del lenguaje y al uso del diálogo como forma de comunicación.
Sin embargo, habitualmente llama mi atención que el lenguaje se circunscriba únicamente al aprendizaje de las palabras y el escaso registro de la comunicación más allá de la lengua oral. Muchas veces escucho a padres y madres preocupados porque su pequeño no habla, pero al momento de conocer al niño percibo que, si bien aún no ha adquirido un amplio vocabulario, se expresa y comunica de múltiples formas y está pronto a adquirir el habla con alguna pequeña orientación hacia los padres. Una de las primeras cuestiones que aparece cuando indago un poco acerca de la vida diaria de cada niño es que sus padres son de pocas palabras y que en el ámbito del hogar se habla poco.
Ante esto, una primera orientación es la de hablarle a cada pequeño desde los primeros momentos de vida y anticiparle oralmente lo que está por ocurrir o lo que se está haciendo en ese momento. Por ejemplo, contarle a un niño cuál será su rutina ese día, nombrar los alimentos que ingiere, los colores que está viendo, los juguetes con los que está jugando, los animales que cruza en la calle, etcétera. El lenguaje es, no sólo un medio para la comunicación social sino también aquello con lo cual el niño percibe y aprehende el mundo.
La adquisición del lenguaje en la primera infancia está directamente en relación al hecho de que la madre (esa función de los primeros cuidados fundamentales) supone en el pequeño siempre un sujeto hablante (aún en los primeros meses de vida). Tal es así que es común oír a la madre hablarle al bebé para calmarlo cuando llora, interpretando su llanto con frases del estilo: “ya estará tu mamadera”, “ya viene papá”, “¿qué te pasa?” “¿te duele la panza?”. Es decir, la madre le habla al recién nacido y al lactante porque supone en ese llanto, en ese balbuceo, un decir y en el mismo acto en que interpreta ese decir con palabras, introduce el lenguaje en el sujeto. La comunicación (mucho antes que la adquisición del lenguaje) constituye la base para la interacción social en el ser humano. El acto de la alimentación (ese acto que establece el primer lazo social del niño con la madre, o con aquel que encarna esa función) es un acto fundante del aparato psíquico, se constituye como la primera vivencia de satisfacción para el niño en tanto y en cuanto, en esa llegada al mundo, la primera vivencia de displacer en el cuerpo (ese estímulo tan interior como exterior para el niño que es el hambre) es cancelado por el acto de la alimentación que ejerce la madre, el Otro de los primeros cuidados.
La particularidad de la alimentación del cachorro humano radica, en principio, en la prematurez del lactante para alimentarse por sus propios medios (al punto tal que de no ser asistido por su madre moriría) y, por otro lado, en que el acto alimentario de la madre es acompañado de otros signos que sientan las bases de la primera comunicación: la voz de la madre, su mirada, su calor, los latidos de su corazón, su olor. Los ruidos del ambiente, los olores del hogar, todos esos estímulos conforman esa primera vivencia de satisfacción y, por lo tanto, la alucinación posterior del lactante que revive en el aparato psíquico esa primera vivencia de satisfacción no sólo despierta esos primeros registros, sino que también puede ser despertada por ellos (es decir, el hambre en el lactante despierta no sólo por un estímulo fisiológico sino también por el contacto piel con piel con la madre, su mirada, etcétera).
En este sentido es habitual oír a las madres decir que, de sólo mirarlo dormir, el pequeño despierta, tanto como que en sus brazos pide el alimento mucho antes de la hora en que lo necesitaría.
Considero que un modo de trabajar en la adquisición del lenguaje y de la comunicación desde los primeros momentos de vida del niño radica en operar sobre el vínculo entre la madre y su hijo, apostando a que la madre pueda establecer la comunicación con el niño a través de los gestos, a través de la mirada y a través de las palabras y pudiendo nombrar a ese niño, a ese pequeño, como un sujeto desde los comienzos. La suposición de un sujeto en ese niño por parte del otro materno, es condición de existencia para él.