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“Todo niño cuando juega, se comporta como un poeta”


Hace unos días, en una supervisión, conversaba con una analista de niños y ella me comentaba, con preocupación, que un paciente de cinco años no quería continuar con el análisis. Su pregunta era, entonces, qué estaba haciendo mal que un niño no la estaba pasando bien en el espacio de análisis, donde además sobraban propuestas de juego. Me sorprendió su inquietud dado que habitualmente un adulto no la pasa bien en sus sesiones de análisis o por lo menos un análisis no se trata de ir a pasarla bien sino, por el contrario y sujetos a la regla fundamental freudiana, en un análisis se trata de decir todo lo que al sujeto se le ocurre y no detenerse ante los puntos que ocasionan vergüenza, asco o moral. Y no creo que un análisis con niños deba ser diferente en este punto.


El jueves pasado, en el marco del curso de acompañamiento terapéutico con niños, fui invitada por Claudia Muente a dar una clase sobre el papel del juego en el trabajo con niños.


Pero quiero aprovechar para compartir una de las ideas fundamentales que trabajamos en esta clase. El año que viene se cumplen 100 años de la publicación de “Más allá del principio de placer”. En ese texto, Freud descubre que el juego es una actividad infantil que, por fuera de lo que se piensa, no tiende al placer sino todo lo contrario. En el juego el niño busca representar y actuar aquello que vivió pasivamente y simbolizar e inscribir experiencias de su vida que no necesariamente le deparan placer sino que, por el contrario, le provocan un displacer tal que requieren de ser simbolizadas a través del recurso privilegiado para el niño: el juego. Así es como vemos a los niños jugando a ser doctores que atienden pacientes enfermos, a la mamá que reta al hijo, a la maestra, etcétera.


Sabiamente, Melanie Klein enseña que en el juego, como en la asociación libre, debemos reparar en el punto que el niño se detiene como un punto del que evita seguir “hablando”.

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